SI YO FUERA ILUMINADO
Como verán, escrito en 1999 pero con total vigencia y por lo tanto dedicado a los señores TRUMP y PUTIN
(A propósito de nuestro vecino Hugo Chávez)
En homenaje a Alejandro Magno, Napoleón,
Hitler, Stalin, Mussolini, Amín Dadá, Castro,
Trujillo, Perón, Ortega y otros vecinos.
Si yo fuera iluminado seguramente mi madre me habría descubierto como algo fuera de lo común y me tendría signado como un redentor, muy posiblemente desde antes de nacer. Me convertiría entonces en un niño especial, fuera de serie, original y admirado.
Al crecer, lo primero que haría sería escoger una estructura que me pudiera dar el poder absoluto de manera lógica y fácil, y así llevar a cabo los designios para los cuales fui señalado. Por lo tanto, me volvería muy rico o militar, ya que la civilidad es pura paja democrática. Sólo un hombre grande como yo podría darle luz a la humanidad.
Luego buscaría destacarme como líder y rápidamente haría uso de mis poderosas capacidades seductoras de masas, las que me desarrolló mi madre al volver omnipotente mi estima y al signarme como único. Por lo tanto, hipnotizaría un pueblo identificándome con su delirio inconsciente. Ese sería mi caballito de batalla hasta el final, en particular si se trata de una cosa que le falte mucho y que desee con vehemencia.
Encontraría, como es obvio, unos malos para volverlos bien malos, puesto que fueron los culpables de todas las desdichas de mi pueblo. Así llegaría a ser yo el paradigma de la perfección y mis seguidores los más buenos. Por lo tanto, sin nosotros no habrá salvación alguna.
Ya, lógicamente, estaría listo para tomarme el poder total, ojalá siendo antes víctima de las injusticias del sistema. Esto, obviamente, haciendo uso del apoyo popular masivo y, por supuesto, de la ayuda incondicional de los portadores de las armas, quienes siempre están buscando un líder para imponer su mandato.
Ha llegado el momento de desacreditar a todos mis enemigos políticos tratándolos de ineptos, malos y corruptos, y me tomaría el poder legislativo y judicial para mandar de verdad. Con ellos en mi mano puedo iniciar una real limpieza del país y comenzar el régimen del terror, tan necesario para afianzar mi total dominio.
Ya despejado el panorama local y con la aclamación total de mi pueblo, comenzaría una nueva nación, sin corrupción y sin maldad, ya que ésta ha sido eliminada. Entonces las bondades se posarían en mis gentes y lo malo saldría volando hacia los pueblos vecinos y ellos serían, por lo tanto, nuestros naturales enemigos.
Como mi ego es enorme, tanto que no me cabe en el cuerpo, expandiría su representante, mi territorio, para que cupiera mi ego allí. Pero como es tan grande necesito mucho espacio. La ventaja es que como los vecinos, nuestros enemigos, son los malos, no pasa nada si los derroto e invado. Solamente así podrían volverse buenos y recibir la redención de sus males.
Siempre los de al lado se han quedado con nuestro territorio y por esto tengo la obligación de invadirlos e iniciar una guerra justa, santa, necesaria y así recuperar lo que nos pertenece por derecho propio.
Pero es que, además, nuestro maravilloso sistema debe ser difundido y regado como una semilla por el mundo y yo, con mi voz tronante, haré saber esto a los pueblos de todo el orbe, en algún lugar propicio, y así se enterarán que ha llegado la hora del cambio y de la nueva era.
Pero, entonces, unos locos desatinados logran reunir un grupo poderoso que se nos enfrente, y luego de cruentas y dolorosas batallas terminan destruyendo mi magna obra.
¡Insensatos! ¡La historia se encargará de castigarlos por su estupidez y cortedad de espíritu! ¡Voy a morir, sacrificado, en honor de la patria y en olor de santidad!
¿Y en qué me equivoqué? ¿Es que acaso los iluminados siempre tenemos que terminar tan mal?
GUILLERMO CARVAJAL M. D.
Bogotá, Agosto de 1999